En esta carta, con lágrimas que regresan hoy como las tuve hondas y desgarradas del alma hace un par de semanas que murió mi perro, despido y rindo homenaje a mi amigo, mi compañero, ¡mi parcero! Chifú, a ese ser que por fortuna pude tener un tiempo a mi lado. ¡Qué vacío enorme has dejado! Fue una vida corta (8 m), pero intensa, y desbordante de momentos, alegrías y anécdotas, tantas que serían incontables. Porque así fue. Su compañía llenó tanto y sin darme cuenta, que lo extraño mucho en verdad. Me acompañó a todas partes, y disfruté montones de su presencia, de sus ocurrencias, de su lenguaje y gestos a mis conversas, de sus iniciativas y solicitudes, de su juego, de esa pasión infinita por la vida y la amistad, de su lealtad y cariño, de sus locuras, de su curiosidad incansable. Y jugué con él a montones, le correspondí como pude, le rasqué el pecho infinitas veces, le consentí su barba y su cara cada vez que se me acercaba, le esculqué algunas pulgas, y lo molesté tantas veces como él a mí. Lo llevé conmigo a todas partes, calle, oficina, finca, parque, en bicicleta, bus, carro y hasta en bote (para observar aves), lo conocían en cada lugar que frecuento, y todos preguntaban por él. Si la cosa era en carro, desde el asiento de atrás se posaba en mi brazo, para asomarse y olfatear su entorno, y quedábamos cachete con cachete, y le conversaba, y me miraba, tuvimos muchas salidas y paseos, muchas conversas. Fue mi compañero frecuente en el Lago de Tota, caminamos la montaña, trepaba rocas, persiguió gallinas, gatos, jugueteó con ovejas, con la vaca, con el caballo, hizo incontables amigos perrunos, no podía resistir ese deseo inmenso de disfrutar la vida, de divertirse, de correr, de explorar. Nada menos, ¡mi parcero!, amigo cercano y confidente. Llegar a casa sumó para mí la emoción de su saludo incontenible, de mi abrazo apretado, de rascarle la barriga y hacerle disfrutar el encuentro, segundos intensos de felicidad mutua... Y hablo en primera persona, por la expresión de mi propio sentimiento. Asimismo de "mi" perro y amigo, por nada distinto que por el sentido de cercanía, la misma con que seguramente se podrían expresar de él, mi hijo y mi esposa, porque en cada uno de nosotros, además, tuvo Chifú esa capacidad de llenar por igual el corazón y el espacio de todos en familia. Solo bastaba tener la oportunidad de compartir todos un momento, una salida, un paseo, para que todo por arte de magia girara cálidamente y con alegría, en torno a él... tomémonos una foto, ¡pero que salga Chifú!... ¿dónde está Chifú?... venga!, vaya!, tome!, suba!, quieto!... y al regreso a casa un poco de juego y "rasquin'pecho" para redondear los momentos, y sentir que el día estaba completo. Bautizado muisca en el Lago de Tota, como yo, Chifú logró tejer en mí unos lazos de confianza, afecto y sintonía en la vida, de tal naturaleza, que francamente no logro describir, ni comprender. Me limito a sentir. Y es tal vez allí, en homenaje a Chifú y a esa relación tan cercana y positiva que pudimos tener, a donde quiero que estas letras puedan llegar, y alimentar alguna reflexión. A esa oportunidad que puede brindar un perro (y posiblemente otras especies también) como acompañante genuino y desinteresado del deseo de vivir y ser felices, del anhelo de jugar, de salir y de reír, de poder encontrar alegría en lo elemental, de valorar lo sencillo, pero fundamental... la compañía, la calidez, la simpatía, la libertad, la confianza, la cercanía. Hoy su cuerpo reposa en terreno tranquilo, sobre sus recuerdos sembraremos uno y muchos árboles, y en su memoria buscaré la manera de poner en valor con otros de sus parceros, esa lección de vida y amor que me brindó con tanta maestría y naturalidad a la vez. ¡Gracias por tantos momentos gratos, hasta pronto bello amigo!
6 Comentarios
Pedro
10/8/2016 07:47:14 am
Felipe. Comparto tus sentimientos y participo plenamente de tu nostalgia, dejar un amigo en el camino de la vida y continuar adelante es un reto más que la vida depara para almas recias que no fallecen y continúan. Me trae a la memoria las Aventuras de Tintíb y Milu de Hèrge, compañero fiel que interpretaba mejor que los humanos los momentos de su amigo. Algo mágico se daba en la conexión de estos seres y así ha sido en tu corto periplo....una intensa labor de ADOMESTICASIÓN, como la Rosa en el Principito , labor de puro amor. Te dejó bellos momentos y muchos recuerdos. Abrazos
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Felipe
10/8/2016 08:16:11 am
Gracias Pedro! - Abrazo.
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10/8/2016 05:28:52 pm
Lindo escrito Pepes.. de esas experiencias, aveces es cuando uno aprende a ver cosas profundas de la vida, que lo hacen a uno crecer y evolucionar, proposito noble de la vida..
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Felipe
10/8/2016 06:09:13 pm
Gracias mi Jóse, y así es - Abrazo!
Juan Pablo Velasco
10/8/2016 12:37:46 pm
Bella memoria sobre ese querido amigo.
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Felipe
10/8/2016 02:21:29 pm
Gracias mi JPa, abrazo!
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Reflejos de mi sentir sobre temas ambientales.
© Felipe Andrés Velasco AutorFelipe A. Velasco Archivos
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