¿Somos lo que otros dicen de nosotros?, ¿cómo definir la etiqueta ambiental?, ¿con qué etiqueta definirnos? Porque luce muy claro que, si no somos capaces de comprendernos a sí mismos, ¿con qué autoridad podemos fungir como conocedores del entorno social o ambiental, incluso juzgarlo? Aunque evidentemente, debemos partir de una base común, de aceptación general, en la definición misma de las palabras. Y desde aquí, el tema ya presenta un reto sensible: Ponernos de acuerdo en las definiciones. Un reto significativo, pues el poder de las palabras es incuestionable... mucho más si reflejan coherencia de cuatro puntas en la vida: Sincronía entre la palabra pensada, expresada, sentida, y convertida en hechos. Para esto, y en cuanto a lo ambiental se refiere, yo iniciaría con cuestionar la etiqueta "ambiente" o medio ambiente, ¿qué entendemos realmente por esto?, y por tanto ¿qué se puede esperar y entender de alguien que sea un "ambientalista"? Para mí, y naturalmente como producto actual y crítico de lecturas, observaciones, estudio, influencias y propias experiencias, esto del "ambiente" es lo que somos y nos rodea. ¿Simple?... claro, y a la vez tan complejo como queramos. Y es, por tanto y al tiempo, la sumatoria de temas, actividades y sectores de la vida misma, que nos permiten expresarnos como individuos, y como sociedad. Es un mix o mezcla de lo biótico (léase como lo natural, lo biológico), lo político, lo legal, lo económico, y lo socio-cultural (incluyendo aquí lo espiritual). Y entonces, ¿qué debe entenderse por la etiqueta "ambientalista" o ambientalismo?; bueno, si quisiéramos adoptar aquella o una similar definición de "ambiente", por ambientalista podríamos entender aquel que trabaja por el ambiente... por lograr armonizar esa mezcla de elementos de la mejor forma para nuestra especie - sin detrimento de otras -, en procura de hacer que la receta sea conveniente para que el entorno (a nivel local, o global según la incidencia de nuestras acciones) perdure con bienestar a todos. Y bueno, desde ese punto de vista ¿no es acaso ello del ambientalismo un ejercicio cotidiano en la vida del promedio de las personas de bien?, aquello de ¿buscar armonizar elementos para bienestar común?... bueno, yo al menos creo que, efectivamente "debería ser" así, pero no es común ni cotidiano que sea. Todos deberíamos tener en nuestra esencia humana y social una preocupación y una voluntad coherente de lograr el bienestar común, pero esto, lamentablemente parece ser más la excepción que la norma. Y por ello la etiqueta de "ambientalista" alumbra como extraña de unos pocos, cuando debiera ser luz natural en todos nosotros. Y en este punto de la reflexión, yo cuestionaría si acaso eso del "ambientalismo" así definido, ¿no tiene como sinónimos al civismo, o al humanismo?... bien, aquí surge curioso evidenciar que estos últimos tienen definición propia y genérica en nuestro Diccionario de la lengua española, mientras que aquel se esconde tímido y parcializado con el ecologismo, asociando al ambiente y sus tareas más con la defensa de la naturaleza, sugiriendo al hombre como externo a ésta, y no parte indivisible e inseparable de la misma. A riesgo de controversia, para mí el ambientalismo aunque se defina autónomo, permite analogías plenas con la armonía del ser en su entorno, es decir en alto grado parecido o igual a procurar un entorno (ambiente) cívico y humano acorde a nuestro rol natural como especie, apuntando indudablemente al bienestar común (entendiendo "común" como de las especies, no solo del hombre).
No es, por tanto, solamente procurar el bienestar del hombre (a costa del perjuicio de otras especies), sino reconocer de forma simple, directa y humilde, que la nuestra debe portarse respetuosa y armónica con las demás especies del planeta, como creaciones complejas de descifrar e íntimamente inter-dependientes. En los debates "ambientales", por citar apenas los recientes, se discute que si los hidrocarburos sí o no, que si la minería sí o no, que si debe hacerse así o asá, aquí o allí, que si debe usarse esto o lo otro. Y puede uno encontrar tantas opiniones en un sentido, como en otro, según sea el interés o el interlocutor. Yo en esos debates me pregunto, si acaso podemos sentirnos con autoridad de extenderlos incluso a lo humano (que si alguien trabaja en un sector al que me opongo, entonces esa persona está equivocada y no merece estar en mi círculo de aprecio), y si al debatir lo hacemos con un equipaje moral tan alto que resulte incuestionable (si me opongo al petróleo, entonces no uso ni consumo nada que lo incluya, ni tengo amigos ni familia relacionada con ello, ni mi vida ni ingresos dependen en lo absoluto directa ni indirectamente de esa actividad, y si en algo me relaciono entonces lo hago solo con aquellos que utilizan o demuestran prácticas buenas y socialmente responsables; si peleo con la minería, igualmente no uso ni patrocino nada que la contenga, y puedo demostrar que esa minería que rechazo no tiene relación alguna directa ni indirecta conmigo, mi vida, mis amigos, mi familia). La prudencia en el debate parece necesitar tal nivel de cuidado, que hasta el más cuidadoso se expone a ser duramente cuestionado. Y ¿por qué?... simple, porque todos tenemos algo de nariz como en Pinocho, todos tenemos algún nivel de mentira y falsedad en nuestro comportamiento, todos tenemos un grado de incoherencia en nuestro discurso; ¡todos! - ¿alguno no? -, el reto es no dejar crecer demasiado la nariz (escuchado de: sabiduría popular, en calles de Londres, 1998). Por todo ello, creo importante en el "ambientalismo", tener y proceder con la convicción de actuar para el bien común, reconociendo que aún con la mejor voluntad podemos equivocarnos y tenemos derecho a corregir, comprendiendo que es una tarea compleja porque el entorno es diverso y juegan demasiados intereses, y que al final los resultados son consecuencia de procesos (no de acciones sueltas). Tal vez así, aunque solo con el tiempo, el ambientalismo y los ambientalistas podrían ser juzgados por sus hechos, por la huella dejada. Aterrizando de esa nube reflexiva a un plano cotidiano, tal vez por lo mismo que puede tornarse complicado sincronizar opiniones en torno a una etiqueta, ni qué decir a un listado de estas, si además se le suman diplomas y reconocimientos... que en algunas personas son listados enormes (un tremendo reto posiblemente complicado para ellas debe ser poderse liberar de todo eso, para lograrse auto-definir de forma sencilla, comprensible para sí mismo y los demás). Por ello y como ejercicio más práctico de vida, reuniendo etiquetas pocas o muy pocas en una sola, en lo personal me quedo con la búsqueda y el deseo de poder usar, algún día, la de buen ciudadano, haciendo méritos en la universidad de la vida... aquella que, como aprendí de mi padre, consiste en aprender de cada persona lo bueno, y desechar lo malo, con respeto a los demás. Hasta una próxima. © Felipe Andrés Velasco Sogamoso, 03.5.2015
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Reflexiones
Reflejos de mi sentir sobre temas ambientales.
© Felipe Andrés Velasco AutorFelipe A. Velasco Archivos
Enero 2024
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