Pensar distinto (y actuar en consecuencia), con deferencia y de manera argumentada, debiera ser una de las virtudes de mayor fomento y aprecio en una sociedad, bajo supuestos mínimos –claro está– de respeto a las diferencias, a la moral, a los derechos humanos universales, a la ley, como también a las buenas costumbres. ¡Qué interesante vivir en una sociedad donde pensar distinto sea un ejercicio de construcción común! Se activan la dialéctica y la sinergia, se estimula el intelecto, y se avanza en moralidad colectiva. Pero no, no es ese el panorama idílico desde el cual reflexiono. Mi entorno al menos, da muestras de castigo social o comunitario al que piensa diferente, al que no comulga con otros, sean pequeños o grandes grupos. Recuerdo y traigo a colación, la reflexión que hace unos años me compartía un amigo, hablando de estos temas. Y coincido con ello. Me decía a grandes rasgos, lo siguiente: Felipe, hay personas y grupos para quienes aquel que piensa distinto a sus convicciones, se rechaza de facto y es además visto como mentiroso y enemigo. Para ellos no vale el debate, nada cambia, nada puede ser diferente a sus creencias. Es el proceder ‘monolítico’, contrario a la polis, opuesto a la obra política de crear juntos el bienestar común. Y naturalmente, ese proceder menoscaba la construcción social colectiva, la retrasa y empantana, es un rasgo desafortunado de aquellos que se creen por encima de los demás, con derecho superior para señalar y juzgar, para quienes nada diferente a lo suyo tiene validez. Para ellos, su verdad es la verdad, nada diferente. Es un reflejo de poca inteligencia social, que duele pero existe. Pensar distinto, tiene un costo para quienes los mínimos de respeto se vulneran. En estos mínimos cabe no tergiversar, no difamar, no distorsionar, no exponer verdades a medias o sin contexto, no alentar ni reproducir malentendidos, y tampoco asumir, crear ni suponer palabras no dichas o ni siquiera pensadas. Y exige no hacerlo en privado, menos en grupos o en público, y aún menos al interior de redes o herramientas sociales que permiten con tanta facilidad el libertinaje de opinión y reproducción. Aquellos que cruzan ese límite y rompen esos mínimos, causan al que piensa distinto un daño moral irremediable, desafortunado e innecesario. Y muy lamentable –además de sucio– cuando proviene de personas conocidas de antaño, de aquellos que saben de nosotros o nuestras familias desde hace años y, pese a ello, irrumpen con alto-parlante de manera irresponsable y sin escrúpulos, en territorios grotescos de distorsión y difamación, sin medir consecuencias. Solo por pensar distinto. Ahora bien, luego de esto viene la reflexión hacia el que evidencia o es testigo de ese mal. Reaccionar o no, genera también consecuencias. La prudencia es virtud, pero un germen de la descomposición social reposa en el silencio complaciente del que calla ante el daño. La oportunidad de reprochar respetuosa y prontamente ese tóxico, es tal vez el mejor o más efectivo antídoto posible. Porque permitir que el daño se aloje y trascienda, y se incube en el imaginario de terceros, es terreno fértil para verlo prosperar en vitrina como ejemplo de la sociedad que a todos nos cobija. Todo cambio es posible. En la medida en que podamos obrar con criterio y autonomía. No depende de otros. © Felipe A. Velasco Sogamoso, 30.7.2018
2 Comentarios
Pedro
31/7/2018 05:07:42 pm
Ahora que estamos pasando por una oleada de inestabilidad social, ante la frágil institucionalidad que nos representa, facilitando por conveniencia la polarización, tus reflexiones vienen bien a cuento, no como un bálsamo pues no los son, sino como una advertencia a no caer en ese falso pensamiento de un poder arribista y etéreo que deambula ensoñereado de falsos espejismos. Basta una brisa y se disipa, pero por ahora puede transportar todas las esencias volátiles. A eso estamos expuestos. Felipe, que gusto siento al leerte porque mantienes tu dignidad y carácter, tu pensamiento y misión..........prístinos. Sin contaminación. Esas esencias volátiles que percibimos son tóxicas.......hay tan solo que estornudar. ¡Adelante!
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Felipe
31/7/2018 10:48:19 pm
Gracias Pedro, tus palabras han sido siempre aliadas y estimulantes, educadoras y amables, qué grato es transitar los debates y reflexiones de esta manera. Abrazo!
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Reflejos de mi sentir sobre temas ambientales.
© Felipe Andrés Velasco AutorFelipe A. Velasco Archivos
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