En esta ocasión, dirijo la mirada reflexiva hacia las complejidades de la vida, del factor mismo de vivir (vivir y desarrollar la vida que cada cual tenemos en oficios o labores) y de hacerlo en un mundo tan regulado y encasillado en normas, contratos, artículos, términos, condiciones, compromisos, horarios, controles, informes y letra menuda. Me refiero, naturalmente, al entorno que experimento y que obviamente puede o no coincidir con el de muchos afuera o en otros contextos de región, cultura, rincón o entorno en que desarrollamos la vida. Porque una cosa piensa el burro y otra el que lo está enjalmando, dice el adagio popular.
Pues tantas complejidades me hacen pensar, si acaso, por haber querido y habernos puesto a regularizar y querer controlar tanto nuestro comportamiento humano, hayamos perdido de vista la esencia misma de nuestra humanidad, o cueste mucho sacarla a flote para defenderla y visibilizarla, cuando se hace necesario. Pongo dos escenarios (entre incontables posibilidades de ejemplos), para explicarme. Uno, en que un amigo te da diez mil pesos con el pedido de traerle unos panes al día siguiente junto con la factura, de lo cual puedes usar algo para tus gastos. Y otro, en que ese amigo te pide lo mismo, pero, te especifica o te pide aclarar paso a paso todo el recorrido que piensas hacer, te entrega un manual de condiciones y políticas necesarias a revisar y tener en cuenta, te pide reportes cada hora (con un tiempo límite para ello de 5 minutos pasada la hora), te recuerda la necesidad de redefinir todo el paso-a-paso en caso de cambios, te pide precisión del tipo de pan que deberás traer junto con sus ingredientes usados (y de estos, te pide informar si provienen de fuente legal junto a una carta que garantice que nadie esté incurso en fuentes terroristas o listas de señalados por narcotráfico u otras ilegalidades), te pide que en cada reporte informes actividades y gastos incurridos además de riesgos enfrentados, y, además, te advierte de consecuencias de incumplir con el procedimiento acordado, previa firma de contratos y pólizas (las cuales, a su vez, requieren sus propias complejidades para ser emitidas y tener aceptación). Y entonces, en cada escenario aceptas el desafío, pero, resulta que algo imprevisto sucede cuando estabas encaminado a tu misión (algo propio de los humanos o propio de aquello llamado vivir, como un golpe o cualquier otra cosa que estropee la “normalidad” esperada). Sin más escudriñar en detalles del hipotético desenlace, me pregunto muchas cosas sobre esto. Especialmente, el porqué de las complejidades, el nivel de prioridades otorgado a los valores involucrados y el porqué de ello, y si, de pronto, en las complejidades estemos perdiendo la humanidad por conceder tanto peso a las formas y no a lo sustancial, asimismo, si de pronto también, el peso de las formas termina por opacar la sustancia. Los cuestionamientos no surgen porque sí. Brotan cuando el imprevisto sucede, cuando aquello que justamente no se previó, de repente ocurre. Y, entonces, solo queda reflexionar, con la fe de mover inamovibles en sentido constructivo y práctico, porque, por encima de todo, el factor humano junto a la belleza de su infinito espectro multicolor, en la medida en que la misión central se mantenga con responsabilidad (aquella bolsa de pan) sin afectar a nadie en el proceso, las “formas” podrían pensarse mejor, para que el trayecto sea menos complicado, menos tortuoso. En conclusión, si bien las regulaciones y procesos complejos tienen un propósito y utilidad, es importante que como sociedad reflexionemos para encontrar el justo equilibrio con la espontaneidad y flexibilidad necesarias para el buen vivir. De lo contrario, corremos el riesgo de ahogar la creatividad humana en un mar de trabas burocráticas, y perder la belleza que emerge cuando fluimos con confianza mutua. ¿Seremos capaces de encontrar el delicado equilibrio entre orden necesario y espontaneidad humana? El camino no es fácil, pero tenemos razones de sobra para intentar esta reconciliación que tanto necesitamos. Felipe Andrés Velasco Sogamoso, 10.1.2024
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Reflexiones
Reflejos de mi sentir sobre temas ambientales.
© Felipe Andrés Velasco AutorFelipe A. Velasco Archivos
Enero 2024
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