En otras ocasiones he reflexionado ya, sobre las consecuencias de pensar distinto, el cuidado de la honra y el buen nombre, el efecto y consecuencias del redesocialismo, o sobre el prestigio y el desprestigio -por igual incomprensibles-. Y apuntan al cuidado de temas éticos, en el ejercicio de gobernanza. Hoy quiero referirme a la pérdida o lesión de confianza, por la indiferencia o el silencio complaciente. Que duele, cuando vienen de un amigo. Y me pasó, por ello he sentido el dolor. Pero bueno, son páginas que se escriben y deben pasar. ¿Cómo identificar la verdadera amistad? Es tal vez lo primero que remueve mi pensamiento. De forma ingenua puede uno creer que el tiempo transcurrido es un buen indicador. O la oportunidad de compartir varios momentos. O incluso la camaradería en temas afines. Y creo que en efecto son indicadores que ayudan, y generan lazos. Pero el verdadero amigo no se conoce, en realidad, sino hasta que sucede un episodio delicado o sensible, que "pone a prueba" de qué estamos hechos. No lo conocemos ni se nos conoce, hasta que algo así sucede. Es ahí cuando aflora ese "yo" interno, íntimo, que propone dilemas, disyuntivas, y en últimas, elecciones. El caso es particular. Hace poco, creía ingenuamente que el largo tiempo de amistad barrial y desde la infancia, con familias de mutuo conocimiento y respeto, eran garantía de fortaleza en valores para enaltecer esa amistad llegados los momentos de prueba. No fue así. No lo he sentido así. Ya me había sucedido hace un tiempo con un integrante de esta familia amiga, ante un escenario de pensamiento distinto, y ahora con otro, ésta vez por cuenta del silencio complaciente. La entidad para la que laboro hace ya casi 10 años, Fundación Montecito, ésta ONG familiar sin ánimo de lucro creada con mi esposa y rodeada de apoyo familiar ampliamente conocido especialmente en círculos cercanos, fue recientemente señalada según ya he compartido, como "enemiga acérrima" de toda una comunidad de cuenca en el Lago de Tota. Y todo porque en el parecer de quienes así lo suscribieron, lo que trabajamos y buscamos va "en contra" de la gente (aún aquello de buscar la declaratoria Ramsar para el Lago de Tota, orientada al uso racional, la sostenibilidad del territorio, la protección contra actividades de alto impacto, y en últimas el aseguramiento de una herramienta que permita mantener ese ecosistema para el beneficio general de manera indefinida), o porque nuestra proactividad y compromiso en estos fines, ya demostrado en múltiples escenarios, es visto como "interés de figuración". Detrás de todo ello, posiblemente se esconden envidias o celos, incluso temores (el temor al cambio). Lo cierto es que parece propio de algunos, eso de simplemente atacar a quien piensa diferente o actúa diferente a sus intereses, y tal vez consecuencia de algún miedo frente al vasto e indefinido mundo del pensamiento. Reflejo, posiblemente, del pensamiento monolítico -ya antes citado en mis reflexiones-, en quienes todo aquello por fuera de esa "caja cerrada", es objeto de rechazo o proscripción. Pese al carácter injurioso y mal-intencionado de tales afirmaciones de enemistad, en doble instancia de tutela se negaron nuestras pretensiones de protección a derechos fundamentales. Una porque permitió encasillar ello dentro de la "libre expresión", y otra porque presuntamente "no hubo publicidad" del tema que demostrara daño. Ambos casos abiertamente faltos de sensibilidad y mayor estudio en lo fundamental, pero dura lex sed lex, así es nuestro sistema y lo respetamos. No obstante hay más posibilidades de búsqueda a real examen, y así lo buscaremos. El problema moral más grave no es este, pese a lo inaceptable y censurable. Porque en últimas la casi totalidad de firmantes han sido de tiempo atrás conocidos opositores a la búsqueda de cambio hacia las buenas prácticas, y les incomodamos, o porque simplemente les caemos mal y no ha sido posible aún crear puentes de entendimiento. De aquella mayoría de opositores, el asunto resbala en mi sentimiento, no obstante la búsqueda de reparación moral se mantiene. El núcleo de mi dolor por ello es que, en esa lista de firmantes, hay un grupo que integra una persona amiga (en el contexto de mi relato, es decir amistad de vieja data y con lazos que han juntado nuestras familias de varios modos), y de esta persona he percibido silencio complaciente. Conociendo, como conozco con certeza, que el tema es de lleno conocido por aquella. Hace unos días me han compartido más novedades del tema, incluso manifiestos en que algunos se ufanan y llenan sus egos porque las tutelas fueron falladas negativamente. Y se muestran "ganadores": es el "triunfo" de quienes consiguen que sus ofensas prosperen impunes hasta ahora, ante un primer examen en sede de tutela. Es la "victoria" de quien se sale con la suya, a sabiendas del error cometido. Como el que roba y logra evadir censura por un tiempo, celebrando con ello haber "coronado" su mal. Allá ellos finalmente, con su carga de conciencia. Pero el problema que duele no es este. Lo doloroso, ya antes dicho, es el silencio complaciente de quien se pensaba era persona amiga. No en vano han reflexionado grandes mentes sobre esto, como M.Gandhi o M.Luther-King.
Y al final, tristemente, con el silencio complaciente o la indiferencia que ello mismo representa, se lesiona gravemente la confianza y en anhelo de construir una mejor sociedad.
Que la vida me libre de caer en ese fango, y si en las debilidades propias del ejercicio que supone vivir y madurar he caído ya en ello alguna vez, que ojalá se me indique para con humildad poder revisar, dialogar y recapacitar. Pese a todo, la buena cara de esta reflexión existe. Reposa en la fortaleza que se crea en el ambiente cuando la vida nos pone en el camino personas con un alto grado en don de gentes y sensibilidad humana, que ante sucesos delicados, reaccionan solidarias sin que de ellas uno hubiera esperado alguna reacción. Y es allí, donde aflora y se construye verdadera amistad. Hay más casos afines, que de una parte han golpeado mi confianza en aquello que llamamos amistad, pero de otra han sorprendido gratamente con lo contrario, de manera inesperada. En el balance, afortunadamente son más estos que aquellos. Imagino que es algo natural de nuestra condición humana frente al valor de la amistad que, en momentos críticos, unas luces se apaguen mientras otras se encienden. Tengamos claro, eso sí, que en este ejercicio vital todos somos aprendices, cargamos errores a cuestas y algunos esfuerzos por no seguirlos cometiendo. La invitación es a incrementar este esfuerzo. Nos corresponde mantener intacta la esperanza. Mantener iluminada nuestra ilusión de construir armonía en la diferencia, por encima de todo. © Felipe Andrés Velasco Sogamoso, 01.11.2019
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Reflexiones
Reflejos de mi sentir sobre temas ambientales.
© Felipe Andrés Velasco AutorFelipe A. Velasco Archivos
Enero 2024
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